domingo, 26 de octubre de 2014

La eternidad más breve.

Él estaba fumando y me acerqué a pedirle encendedor para mi cigarrillo, tenía la mirada más perdida que los libros que presté a los que decían ser mis amigos en tercer grado.

Mi sexto sentido notó el dolor en su alma, le faltaba calma y eso es lo que a mi me sobra. 

Tenía la boca ancha y los brazos fuertes. Estaba tan lleno de miedos, tan vacío del corazón. Parecía que no encontraba la salida de aquél viaje tan irreal, de los días nublados y de infinitas ausencias.

Mi reloj detuvo el tiempo en sus manos. Era tan diferente al resto que no pude evitarlo y le propuse escaparnos a aquél lugar que aún no he conocido pero que tanto sueño.

Ha de haber pensado que estaba loca, pero no más loca que la que lo dejó ir, ni más cuerda que la que nunca lo supo amar.

Tenía una sonrisa tan dulce, tan pinga; de esas sonrisas que te marcan, que te llenan, que te pierden… Y me perdí en sus heridas, en su espalda.

Dando vueltas en mi cama amaneció mil veces, y es que quería que se quedara toda una eternidad, toda una vida.